Este no es tu lugar.

Si tienes la costumbre de golpear a tú mujer un día si y otro también, o si se te escapa alguna bofetada de vez en cuando o si una vez has perdido el control y se te fue la mano.

Si le gritas a tu madre, a tu hermana, a la madre de tus hijos o a tus hijas; si de cuando vez tienes que insultarlas para que sepan que no están a tu altura, que tu eres el que piensa, el que sabe, el que comprende y el que decide; si estás convencido de que hombres y mujeres no valen igual.

Si te gusta fanfarronear en las tabernas o en los prostíbulos sobre lo dominada que tienes a la «parienta»; si eres de los que se creen graciosos contando chistes machistas; si piensas que todas son iguales y a todas les acaba gustando cuando las pones a tono.

Si te pones nervioso cuando ella se pone guapa; si alguna vez le has dicho que no lleve esa minifalda o que cierre el botón de la camisa; si vas vigilando con cara de energúmeno que nadie mire para tu chica; si impides que se sienta hermosa por miedo a que se escape con otro. Si eres uno de esos seres mezquinos e insignificantes que anulas a quien te rodea.

Si estás convencido de que si tu tienes ganas ella tiene que tener ganas, que tus necesidades están por encima de sus deseos, que un hombre no puede aguantarse porque es muy macho y la mujer que comparte tu cama siempre ha de estar disponible.

Si eres de los que le ríen las gracias al fanfarrón del que antes hablaba, si no le retiras el saludo a ese cabrón que sabes que le pega a su mujer, si haces como si nada cuando la ves en la escalera, avergonzada de ella misma y bajando la cara al saludarte.

Si crees que las cosas de casa se resuelven en casa y no te sientes obligado a hacer nada cuando hay gritos en el piso de abajo, y se oyen golpes, un lamento y después silencio

silencio….

silencio….

En definitiva, si eres un machista no quiero verte por aquí. No tienes derecho a entrar en mi casa. Te desprecio y no quiero que me hables, ni que te acerques a mí ni a los míos. No perteneces a mi mundo y haré todo lo que esté en mi mano y en mi palabra para que mamarrachos como tú no tengan espacio, para que te sientas aislado de todo y de todos, para que desaparezcas y te diluyas como un error de la sociedad y de la historia que jamás debió ocurrir.

Y te lo digo a tí porque hace cincuenta años no pude decírselo al que marcó para siempre el pequeño cuerpo de mi abuela. Para que sepas que mi voz y mi cuerpo te están adviertiendo que no la toques, que no le grites, que ni siquiera la mires. Que estoy dispuesto a cualquier cosa para impedir que vuelva a ocurrir, y que no estoy solo. Ella no está sola y no te pertenece.  Te estoy diciendo que este no es tu lugar. Desaparece de su vida y escóndete como si fueses una alimaña, dónde nadie te encuentre y nadie tenga que soportar tu ofensiva presencia.