Reconversión taurina
Que la llamada fiesta nacional es algo que tiene que desaparecer no debería dudarlo nadie. Cada vez son más las ciudades que se declaran antitaurinas y no pasa nada, la ciudadanía no siente una necesidad irrefrenable de ver como se mata a un animal y no se organizan protestas solicitando a los alcaldes y alcaldesas que organicen este tipo de festejos. Más bien al revés, cada vez hay más gente movilizándose para que en su pueblo o en su ciudad no se haga un espectáculo de lo que en definitiva es la matanza de un animal. Incluso en Europa, que tanto nos dejaron gastar sin pedir explicaciones, comienzan a preguntarse si estará bien gastar el dinero destinado a la cultura en lo que aquí llaman algunos arte. Conociéndonos como nos van conociendo comienzan a sospechar que se está gastando demasiado en subvencionar las corridas de todo argumentando que se trata de una tradición y de todo un arte que hay que conservar.
En definitiva, que creo que eso de ver a un hombre manchado de sangre rematar a un animal medio atontado por la multitud tiene sus años contados.
Y como somos como somos, le pese a quien le pese, algunos ganarán mucho dinero con esto. Ya estoy viendo los informes aconsejando que se siga derramando sangre en las plazas del pueblo debido al fuerte impacto económico que tendría su supresión. Ya empiezan algunos a quejarse de lo acosados que se sienten e incluso hay quien defiende la fiesta como una manera de proteger al toro de la extinción.
Pronto habrá ayudas para el cese de actividad, y si ocurre como con el lino o los olivos, la cantidad a percibir se calculará según la extensión y serán los terranientes de siempre los que más se beneficien. Imagino que habrá bonificaciones en la seguridad social para que los supermecados contraten a los toreros como carniceros, después de los pertinentes cursos para el cambio de actividad, claro.
Y que decir de los ERE’s que sin duda habrá que regular de algún modo para facilitar que las cuadrillas que antes acompañaban y vestían al protagonista puedan reorientar su vida laboral.
Y entre todos lo pagaremos. Las prejubilaciones sin apenas haber cotizado a la seguridad social, las ayudas para que los chicos que querían ser toreros se pongan a estudiar, las subvenciones para que los artesanos dedicados a hacer trajes de luces no tengan que cerrar el negocio…
Todo será una desgracia. Habrá manifestaciones en las calles y los toreros se harán fuertes en el consitorio del pueblo y defenderán a capa y espada su derecho a torear. Imagino una batalla campal entre los antidisturbios y los taurinos…
Bueno, me estoy saliendo del ruedo.
Lo que quiero decir es que siendo como es inevitable que se acabe el negocio y enriquecimiento de algunos matando toros estaría bien que comenzásemos a pensar que hacer con los trabajadores y trabajadoras que viven de eso. Quiero pensar que la mayoría sabe que eso no tiene futuro y están intentando buscar otra ocupación, o al menos son conscientes de que sus hijos y hijas no podrán vivir de eso.
Pero como a veces estamos tan involucrados en el asunto que no podemos pensar con claridad estaría bien que comenzásemos dar algunos avisos para que la cosa no se complique demasiado. Tal vez ir apagando las luces, como en algunos bares para avisar que en breve cerrará.
Torero, apaga el traje y vámonos. Sería un buen mensaje.
Una gran reflexión. Impecable.
Muchas gracias Pascual Herrera!!
No será para enmarcar al lado de algún poema de Lorca, pero como eslogan no tiene mejora! Me estoy refiriendo a la frase final (y que conste que toda la entrada está en su punto).
Muchas gracias, xaquín.
La frase sirve también para concienciar sobre la necesidad de ahorrar energía.
Podríamos cantar aquello de «Apaga o candil…», pero nos recuerda demasiado a un programa de la telegaita, y el recuerdo es muy doloroso…